Saturday, October 01, 2011

Donde se gana o se pierde la democracia



¿Cómo se puede vivir sometido por una ideología y al mismo tiempo apoyarla en lo más profundo de nuestro corazón? Pues sí, es posible. En la  caótica Venezuela de Hugo Chávez la confrontación ideológica se reduce a cuál de los dos bandos representa mejor al socialismo “bueno”. De hecho, en el sector de los que se oponen al régimen son clara mayoría quienes todavía dicen con orgullo que ellos son los “verdaderos socialistas”, añadiendo siempre la coletilla de “democráticos” para diferenciar.

En el imaginario colectivo venezolano está tatuada la idea de que la riqueza no se genera sino que se reparte. La renta petrolera de la que mal vivimos nos convenció de que éramos un país rico con gente pobre que sólo necesita de un Estado dirigido por arcángeles especialistas en gerencia para ser felices y que los males del estatismo salvaje que hemos padecido desde hace décadas se superan con buena voluntad y poco más.

Por eso cuando Hugo Chávez se siente acorralado por la tozuda realidad echa mano de proclamas ideológicas que encuentran eco en amplísimos sectores de la sociedad venezolana, incluso entre aquellos que lo aborrecen. Esos encendidos llamamientos al debate con una derecha imaginaria (procapitalista) se quedan suspendidos en el espacio radioeléctrico sin que nadie de la dirigencia política opositora se atreva a recoger el guante para desmontar esa falaz “superioridad moral de la izquierda” en la que se apoya nuestra destructiva autocracia.

La dirigencia opositora se conforma con pasar de perfil en este debate porque o comparten los principios en los que se apoyan los chavistas o están convencidos de que a la demagogia sentimentaloide es imposible derrotarla en un país que hizo de cursis melodramas televisivos su otro signo de distinción cultural. Es más, justifican su deliberada omisión diciendo que lo que “quieren los venezolanos es que se solucionen los problemas concretos y no estériles debates ideológicos”.

Pero ¿Qué ha destruido el aparato productivo industrial y agrícola? No son acaso medidas que llevan la impronta ideológica del socialismo las que espantan inversiones privadas y confiscan empresas productivas para luego desmantelarlas en nombre del “bien común” ¿No ha sido el estatismo salvaje el que ha llevado a los servicios públicos al borde del colapso por desinversión, clientelismo y corrupción? ¿Tiene algo que ver la acción impune de un Estado que arrebata bienes privados con el auge de la inseguridad personal en el país?



Evidentemente las ideologías tienen efectos prácticos en la vida real y las malas ideas terminarán siempre generando malos resultados. Ya son décadas alimentando un Estado con signos de obesidad mórbida y una cultura política del poder como botín a repartir que nos ha corrompido de arriba abajo. Puede que haya sido la izquierda la que fundó nuestras instituciones democráticas, pero difícilmente podremos negar que su destrucción ha sido también cosa de izquierdas (socialdemócratas, socialcristianos y revolucionarios). Por ello pocos aspectos son más insólitos que la superioridad moral de destruir un país con buenas intenciones y pésimos resultados.

No soy de los que hace del ataque a nuestra oposición democrática un deporte intelectual, pero al monólogo ideológico de Hugo Chávez se le derrota enfrentándolo, no únicamente destacando contradicciones, sino especialmente contraponiendo ideas que desmonten el castillo de naipes en el que se apoyan los socialistas del siglo XXI.

La realidad que vivimos nos grita los argumentos, sólo falta quien tenga el coraje de lanzárselos a la cara al caudillo, porque conformarse con la inercia destructiva de sus delirios hará cada vez más difícil la posibilidad de recuperarnos. Es en los debates ideológicos donde se gana o se pierde la  democracia.