Sunday, November 27, 2011

Mi generación: de la decadencia al despegue


Siempre he vivido en un país en caída libre. Para aquellos que nacimos en la década de los 70, en pleno apogeo de la “Venezuela saudita” con Carlos Andrés Pérez en su primera presidencia (1974-78), nuestra evolución vital se dio en paralelo con la traumática irrupción de la inflación en la vida de la nación con la consiguiente pérdida del poder adquisitivo del Bolívar, la crisis de la deuda y las fluctuaciones de los precios del petróleo, con sus ciclos de expansión y recesión económica, además del incremento progresivo de la violencia criminal. Paradójicamente, somos hijos y nietos de las generaciones que disfrutaron de la etapa de mayor progreso social, crecimiento económico y optimismo de nuestra historia.

Los cuentos de aquellos años locos nos parecen crónicas fantásticas, fábulas de tiempos en los que entrar en la universidad era un simple trámite administrativo, al igual que escoger carrera; cuando los que organizaron guerrillas fueron perdonados, los adversarios políticos se toleraban y los homicidios vinculados a la inseguridad eran episodios poco frecuentes. Todo parecía posible: seguíamos recibiendo oleadas de inmigrantes de Europa y del resto de Latinoamérica atraídos por el prodigio de un país con cuatro décadas de crecimiento y modernización sostenida (1940-70), aunque algunos también llegaban huyendo de terribles dictaduras militares en sus países de origen. Estábamos en la antesala del primer mundo. Pobres ilusos.

Cuando nos detenemos en la década en que nací y sus peculiaridades, las pruebas del despilfarro y los excesos de todo tipo saltan a la vista, precisamente en momentos en los que el mundo desarrollado vivía convulsiones geopolíticas y estancamiento económico, nosotros importábamos güisqui y motorhomes. Es como haber nacido en una época que marcó un antes y un después en nuestra historia contemporánea. Para la generación a la que pertenezco la palabra crisis se nos hizo tan familiar que la asumimos como la letra machacona de la banda sonora de la decadencia venezolana de la que hoy escuchamos sus coros más tristes.

Aquel país dejó una impronta profunda en la memoria de los venezolanos que desde entonces vivimos la resaca de la cultura del derroche, la evasión y la irresponsabilidad de quienes se declararon “ricos” a pesar de las evidencias. Los espejismos de la abundancia ocultaron por algún tiempo la rémora de una deficiente cultura del trabajo auspiciada por un Estado grande, torpe y populista, empeñado en infantilizar a la población para dominarla. Era el auge del socialismo “chévere” de los que “robaban y dejaban robar”, que antecedieron a los rumiantes totalitarios que desde “la izquierda de la izquierda” se prepararon para capitalizar los fracasos de sus hermanos mayores, repitiendo exactamente los mismos errores pero con actos de intolerancia, dogmatismo y crueldad nunca antes vistos en democracia.


La unidad opositora pasará de ser una alianza electoral a una verdadera concertación 
Los que rondamos los 40 años de edad hemos pasado tres cuartas partes de nuestras vidas padeciendo el declive sostenido del país, ni hablar de los que hoy tienen 30, 20 o menos años.  La mayoría de la población venezolana es menor de 40 años y corremos el riesgo de que la experiencia vivida acabe por condenarnos a tener menos oportunidades y expectativas de progreso que las generaciones anteriores. Es momento de convencernos de que la única manera de tener resultados distintos es pensando y actuando de forma distinta y en el 2012 tenemos la última oportunidad de rectificar. No la dejemos pasar de nuevo, ya es tiempo de despegar.

Sunday, November 13, 2011

María Corina Machado: por todos y contra todos



Desde que apareció en la escena política venezolana una oferta electoral que se atreve a reivindicar al capitalismo para contrastarlo con el socialismo caudillista gobernante y la sempiterna socialdemocracia algo parece moverse en el escenario del debate ideológico nacional. María Corina Machado, diputada independiente en la Asamblea Nacional, ha logrado catalizar un debate que parecía muerto, precisamente por la postura dominante en la oposición democrática antichavista: un conglomerado de partidos mayoritariamente formados en torno al llamado socialismo democrático, algunos de los cuales hasta anteayer apoyaban a la revolución bolivariana en sus afanes hegemónicos.

Tan hecha está la dominación ideológica socialista en Venezuela que Hugo Chávez regularmente llamaba al debate a una fantasmal “derecha pro-capitalista” como un ejercicio de boxeo con su sombra que le ayudaba a darse ánimos y a subir la moral de sus conmilitones ante los desastres que no ha dejado de causar desde que está en la presidencia. Incluso Primero Justicia, formación política con excelentes relaciones con el PP español, se llegó a declarar por boca de su coordinador general, Julio Borges, como de centro-izquierda. Partido que cuenta entre sus filas con el candidato que hoy  domina  las encuestas de las primarias opositoras del próximo año (12 de febrero), el gobernador del estado Miranda,  Henríque Capriles Radonski .

Que en uno de los países con más socialismos por metro cuadrado, una inteligente y joven mujer se atreviera a utilizar como propuesta el concepto más denostado por la propaganda socialista dentro y fuera del país, a contracorriente del discurso políticamente correcto dominante, es un acto de coraje y arrojo que marcará un punto de inflexión en el país, gane o pierda los comicios para la escogencia del candidato único que enfrentará al caudillo socialista el 7 de octubre del 2012. Lástima que no se ha atrevido completamente con el término liberal que, aun cuando se desprende de sus declaraciones, le daría el significado completo a su filosofía de acción política, aunque también sirviría para la pertinaz propaganda negra comunista y su fetiche “neoliberal”.

Otro de los daños que nos ha infringido el chavismo en estos años es habernos enseñado a subestimarnos como sociedad, obligándonos a pensar que el populismo estatista es la única opción política viable en un país con unos alarmantes niveles de pobreza, como si para levantar a un enfermo deberíamos darle dosis menores del veneno que lo postró en la cama. La “izquierda” en Venezuela lo es todo: gobierno y oposición y las iniciativas de María Corina han generado una mezcla de desprecio, burla e indiferencia en el estatus quo de la clase política criolla que, por cierto, contrasta con la reacción de los más heterogéneos sectores de la sociedad que parecen estar comenzando a pensar que si después de décadas de socialismo de todos los tenores el país está como está, ya es tiempo de explorar opciones diametralmente distintas.

La tarea es colosal porque es cierto que la cultura política de un país no se cambia de la noche a la mañana, pero el influjo de una líder carismática, corajuda y hermosa no ha hecho más que despertar de su letargo a ese sentimiento libertario que anida en el corazón de los venezolanos y que estaba anestesiado por el omnipresente dogma socialista y su pretendido monopolio de la solidaridad, un sectarismo alimentado por fobias y bajos instintos que mantienen represada la fuerza creativa de la sociedad venezolana para andar el camino del progreso y la prosperidad de una vez por todas.

Delincuencia política común

El último episodio de este complicado proceso de renovación nacional que se ha abierto con las primarias opositoras y que demuestra los peligros que acechan a la sociedad democrática, es el que le ocurrió a María Corina Machado ayer sábado en la parroquia 23 de enero en Caracas, zona popular caraqueña cercana al palacio de Miraflores donde hacen vida abiertamente los “colectivos” revolucionarios pro-oficialistas más virulentos, apoyados con armas y recursos por el Estado venezolano y que se han convertido en una fuerza paramilitar de choque que mantiene secuestradas algunas zonas populares en las que se intenta impedir la legítima acción política opositora. Estos “guardianes de Chávez” son la versión venezolana de los “Tonton Macoutehaitianos del dictador François Duvalier (Papa Doc) pero con niveles de adoctrinamiento similares a los de Hamás o Hezbolá, grupos que juegan con la frontera que separa a la delincuencia común de la política y que al ver a la candidata haciendo campaña en su zona decidieron utilizar las balas como su único y predilecto argumento revolucionario.



Obviamente, si la hubieran querido matar lo podían haber hecho, pero lo que realmente buscaban era reenviar ese mensaje intimidatorio a la sociedad democrática que se sintetiza perfectamente en la frase popularizada por la desaparecida líder del radicalismo chavista, Lina Ron: “con Chávez todo, sin Chávez plomo”, así de simple.

A los socialistas de allá y de aquí

Lo llamativo de eventos como el sucedido en el 23 de enero no es tanto la nueva evidencia de la catadura moral de quienes hoy gobiernan, como la actuación de algunos que aspiran a sucederlos en la oposición. Las infamias que lanza el chavismo al calificar lo sucedido como un “autoatentado” con fines propagandísticos ha encontrado eco en esos sectores de la alianza opositora tan antichavistas como antiliberales, que se han encargado de calificar a la candidata de “sifrina” (pija), “hijita de papá”, “burguesita”, aduciendo que su opción no “huele a pueblo” porque no representa el paradigma del candidato ideal: hombre, joven, de izquierdas (filosocialista) y apoyado por partidos consolidados. Al momento de escribir esto sólo Leopoldo López, candidato a las primarias por Proyecto Venezuela y Voluntad Popular, se había solidarizado con Marìa Corina.

Para superar el populismo socialista primero tenemos que derrotar sus trampas retóricas y sus prejuicios clasistas, raciales y discursivos. María Corina no sólo se enfrenta contra un régimen delincuencial, lo hace también contra el inmovilismo ideológico de quienes en el bando democrático ven a la política como el arte de nadar siempre a favor de la corriente, por lo que la lucha por todos también es contra todos y aunque este esfuerzo no logre sus objetivos inmediatos, ya esta valerosa mujer nos está ayudando a cambiar de rumbo.