Wednesday, April 10, 2013

Días de esperanza y furia

El esfuerzo físico y emocional de Henrique Capriles en la campaña ha sido sorprendente

Venezuela a pocos días del 14 de abril es una sociedad exaltada, de emociones extremas, desbordada por sus pasiones políticas una vez más ante la inminencia de otro evento electoral en el que se juega la continuidad de un régimen sectario, violento, corrupto y autoritario o la llegada de un gobierno dispuesto al rescate de la civilidad perdida, comprometido con la vigencia del Estado de Derecho y empecinado en comenzar el indispensable proceso de sanación de esa profunda herida en el alma de la nación que dejó la siembra sistemática del odio de clases como “motor de la historia”. La ansiedad se dispara y con ella los problemas para conciliar el sueño. Las noches se hacen largas y las angustias vitales comparten pensamientos con una esperanza tan tozuda como descarada. La servidumbre y la libertad van a segunda vuelta.

La gesta de los demócratas venezolanos encabezados por Henrique Capriles tiene tintes épicos evidentes dada la condición inédita de una campaña electoral muy breve y condicionada, otra vez, por los abusos de un Estado forajido y avasallante que hace del Goliat bíblico un enclenque mercenario. Todas las instituciones, en especial el Consejo Nacional Electora (CNE) y la Fuerza Armada, además del dinero de esta petrocracia caribeña, al servicio de la elección del sucesor que escogió el fallecido autócrata por recomendación de los hermanos Castro; un disciplinado y fiel funcionario adoctrinado en Cuba, que saltó del sindicalismo parasitario a puestos relevantes en tiempos del socialismo del siglo XXI: Nicolás Maduro o como diría Montaner “el hombre que habla con los pájaros”.

Es sabido que la percepción del tiempo es relativa, que cuando la pasas bien es fugaz y cuando no parece eterno. Estos 14 años de revolución los hemos sentido equivalentes a varias generaciones de trágicos errores e insólitos retrocesos. El chavismo se ha convertido en una potente droga para mucha gente que parece adicta al subdesarrollo, dispuestos a defender que la democracia sólo se respeta cuando ellos ganan y que la minoría debe ser aislada hasta denigrar de su condición de ciudadanos. El apoyo popular a las arbitrariedades del régimen no le dan legitimidad alguna a sus abusos, la justicia no admite semejante indecencia.

Los chavistas no se cansan de dar muestras de su fobia al pluralismo natural de toda sociedad democrática y reivindican exclusivamente los antagonismos: vencedores o vencidos, revolucionarios o contrarrevolucionarios, pobres o ricos, sin matices ni excepciones, porque la naturaleza de su ideología es contraria a las libertades individuales, a la tolerancia, a la gestión creativa y productiva de las diferencias. A su “paraíso igualitario” se llega por las buenas o por las malas, persuadidos o empujados. Cualquier acto de discrepancia es traición. Exigen obediencia y disciplina como salvoconducto a la “máxima felicidad posible” o de lo contrario debemos atenernos a su barbarie “humanista”. Simplemente, nos venden un boleto de ida sin retorno al infierno de la servidumbre al Estado y la unanimidad en el error.

La violencia oficialista impune amenaza con empañar la jornada comicial
Con el paso de las horas los tonos de voz aumentan hasta transformarse en gritos. Los comicios en la Venezuela revolucionaria se han convertido en un juego de suma cero en el que los vencedores se encargan de hacerle la vida más difícil a los vencidos, arrebatándoles derechos y constriñendo sus libertades. El espectro de la violencia generalizada va adquiriendo forma en el imaginario colectivo y las profecías apocalípticas hacen de nuevo su intimidante aparición en escena. Comienza entonces la furia revolucionaria ante la incertidumbre de un cambio que acabaría con el reino de la impunidad roja en el que han prosperado truhanes de todos los pelajes, mientras la sociedad democrática se dispone a utilizar una furia diferente, esa que nace de la ansias de libertad y que se nutre del hartazgo ante los chantajes y atropellos permanentes sufridos todos estos años de socialismo malandro. La mesa está servida.

El próximo domingo será largo, tenso y turbulento. La supervivencia de la libertad y la democracia no admite más errores.