El esfuerzo físico y emocional de Henrique Capriles en la campaña ha sido sorprendente |
Venezuela
a pocos días del 14 de abril es una sociedad exaltada, de emociones extremas,
desbordada por sus pasiones políticas una vez más ante la inminencia de otro
evento electoral en el que se juega la continuidad de un régimen sectario,
violento, corrupto y autoritario o la llegada de un gobierno dispuesto al
rescate de la civilidad perdida, comprometido con la vigencia del Estado de
Derecho y empecinado en comenzar el indispensable proceso de sanación de esa
profunda herida en el alma de la nación que dejó la siembra sistemática del
odio de clases como “motor de la historia”. La ansiedad se dispara y con ella
los problemas para conciliar el sueño. Las noches se hacen largas y las
angustias vitales comparten pensamientos con una esperanza tan tozuda como
descarada. La servidumbre y la libertad van a segunda vuelta.
La
gesta de los demócratas venezolanos encabezados por Henrique Capriles tiene
tintes épicos evidentes dada la condición inédita de una campaña electoral muy
breve y condicionada, otra vez, por los abusos de un Estado forajido y avasallante
que hace del Goliat bíblico un enclenque mercenario. Todas las instituciones, en
especial el Consejo Nacional Electora (CNE) y la Fuerza Armada, además del
dinero de esta petrocracia caribeña, al servicio de la elección del sucesor que
escogió el fallecido autócrata por recomendación de los hermanos Castro; un
disciplinado y fiel funcionario adoctrinado en Cuba, que saltó del sindicalismo
parasitario a puestos relevantes en tiempos del socialismo del siglo XXI: Nicolás
Maduro o como diría Montaner “el hombre que habla con los pájaros”.
Es
sabido que la percepción del tiempo es relativa, que cuando la pasas bien es
fugaz y cuando no parece eterno. Estos 14 años de revolución los hemos sentido
equivalentes a varias generaciones de trágicos errores e insólitos retrocesos.
El chavismo se ha convertido en una potente droga para mucha gente que parece
adicta al subdesarrollo, dispuestos a defender que la democracia sólo se
respeta cuando ellos ganan y que la minoría debe ser aislada hasta denigrar de
su condición de ciudadanos. El apoyo popular a las arbitrariedades del régimen
no le dan legitimidad alguna a sus abusos, la justicia no admite semejante
indecencia.
Los
chavistas no se cansan de dar muestras de su fobia al pluralismo natural de
toda sociedad democrática y reivindican exclusivamente los antagonismos:
vencedores o vencidos, revolucionarios o contrarrevolucionarios, pobres o
ricos, sin matices ni excepciones, porque la naturaleza de su ideología es
contraria a las libertades individuales, a la tolerancia, a la gestión creativa
y productiva de las diferencias. A su “paraíso igualitario” se llega por las
buenas o por las malas, persuadidos o empujados. Cualquier acto de discrepancia
es traición. Exigen obediencia y disciplina como salvoconducto a la “máxima
felicidad posible” o de lo contrario debemos atenernos a su barbarie “humanista”.
Simplemente, nos venden un boleto de ida sin retorno al infierno de la
servidumbre al Estado y la unanimidad en el error.
La violencia oficialista impune amenaza con empañar la jornada comicial |
Con
el paso de las horas los tonos de voz aumentan hasta transformarse en gritos.
Los comicios en la Venezuela revolucionaria se han convertido en un juego de
suma cero en el que los vencedores se encargan de hacerle la vida más difícil a
los vencidos, arrebatándoles derechos y constriñendo sus libertades. El
espectro de la violencia generalizada va adquiriendo forma en el imaginario
colectivo y las profecías apocalípticas hacen de nuevo su intimidante aparición
en escena. Comienza entonces la furia revolucionaria ante la incertidumbre de
un cambio que acabaría con el reino de la impunidad roja en el que han prosperado
truhanes de todos los pelajes, mientras la sociedad democrática se dispone a
utilizar una furia diferente, esa que nace de la ansias de libertad y que se
nutre del hartazgo ante los chantajes y atropellos permanentes sufridos todos
estos años de socialismo malandro. La mesa está servida.
El
próximo domingo será largo, tenso y turbulento. La supervivencia de la libertad y la democracia no
admite más errores.
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