En estos 15 años me ha tocado
vivir la situación de Venezuela desde afuera y desde adentro. Pasé 8 años
contemplando desde Europa (99-2007) las penurias de un país que cayó abatido
por sus propios mitos y que puso en manos de un golpista y su camarilla de
dogmáticos su futuro. Eran tiempos en los que hacía mí doctorado en Barcelona e
intentaba llamar la atención de compañeros de estudios y profesores sobre los
espejismos perversos que escondía esa pomposa farsa llamada Revolución
Bolivariana.
Como periodista e investigador
enfoqué la crisis venezolana desde la perspectiva académica abordando al papel
de los medios de comunicación en aquellos primeros años, intentaba desmontar la
campaña propagandística que el régimen vendía con éxito en el mundo de ser
objeto de una conspiración malvada de la “derecha” venezolana ante el auge de
un gobierno “progresista”. Al respecto, logré probar que los medios y
periodistas venezolanos fueron tan beligerantes y combativos con el régimen
chavista como lo habría sido cualquier medio o periodista independiente de un
país con tradición democrática ante el avance de una, para entonces, incipiente
autocracia socialista intolerante a la crítica. Me costó, pese a las rotundas
evidencias, por aquello de que todo el que se proclame de izquierda y
“antiimperialista” tiene manga ancha para abusar, especialmente en ambientes
académicos dominados por distintas variantes de la izquierda como en las
universidades autónomas españolas. El cierre de RCTV al poco tiempo de mi
regreso al país probó aquellas hipótesis de trabajo.
Sé perfectamente que es vivir con
el corazón del otro lado del océano y comprendo lo que los venezolanos
emigrantes deben estar sintiendo ante la alarmante deriva totalitaria de la
revolución chavista y su impacto en la calidad de vida de quienes aquí le
sobrevivimos. Recuerdo la sobredosis de lexotanil y ron a la que tuve que
recurrir para conciliar el sueño por los sucesos de abril de 2002. Eran tiempos
en los que no existían las redes sociales y echábamos mano de locutorios y
correos electrónicos para comunicarnos con nuestra gente. Con aquel internet
leíamos periódicos en línea y escuchábamos programas de radio. Era usual
caminar por las ramblas o el barrio gótico con la mirada clavada en el
horizonte, como la estatua de Colón, pensando en el destino del país, que es lo
mismo que pensar en el destino de los nuestros.
Reuniones con los panas, actos de
protesta en la plaza San Jaume o en la de Cataluña, concentraciones ante el
consulado, debates en medios locales, en fin, todo aquello que podíamos hacer
lo hacíamos para sentirnos más cerca de ese corazón sangrante que habíamos
dejado en la otra orilla del mar. Formé
parte de esa primera oleada de emigrantes que salió del país al iniciarse la
revolución chavista pero que, un buen día, decidí regresar para poner el hombro
en esta titánica tarea de rescatar las muchas libertades y derechos conculcados.
Regresar no fue nada sencillo
porque desde afuera el deterioro se ve más alarmante y acelerado, en cada
visita encontraba más basura en las calles, más inseguridad, más “feura”,
peores servicios públicos y un odio social que parece haber llegado para
quedarse. Por supuesto, al poco tiempo ponías el modo criollo en ON y comenzaba
a metabolizar una cada vez más tóxica realidad nacional.
Ahora que estoy involucrado en la
lucha in situ, en este diario trajinar en busca de algo de sentido a tanto
embrollo cotidiano, me imagino lo que están viviendo nuestros emigrantes ante
estas jornadas de protesta ciudadana que han desenmascarado al régimen ante la
opinión pública internacional como lo que siempre fue: un gorilato petrolero
socialista casado con el lado oscuro de la historia.
Con el apogeo de las redes
sociales y en tiempos de hegemonía comunicacional y censura en el país,
nuestros compatriotas han asumido un rol vital para influir en la opinión
pública de sus países de acogida, porque tienen acceso privilegiado a
información casi de primera mano sobre lo que ocurre en nuestras calles en
estos días. De hecho, no pocos son los que han pedido excusas a sus amigos de
otras nacionalidades que ven como varias veces al día los venezolanos
actualizan información sobre la represión salvaje llevada a cabo por cuerpos y
fuerzas de seguridad del Estado en connivencia y coordinación descarada con
bandas de paramilitares motorizados con licencia para intimidar, agredir y
matar opositores a lo largo y ancho del territorio nacional.
Nuestros emigrantes han hecho las
veces de piedras para la honda de David contra Goliat, dañando seriamente el
disfraz de democracia con el que alguna vez se vistió el régimen chavista en el
exterior y llamando la atención sobre los evidentes atropellos a los Derechos
Humanos que estamos padeciendo ante el colapso del modelo económico de la
Revolución Bolivariana.
Hermanos y hermanas, ustedes
forman parte de este ejército de hormigas que atacan a ese elefante insolente
que por gordo y pesado es muy difícil derrotar. La lucha ha sido muy larga y
tortuosa y puede que no se acabe nunca, pero en estos momentos en los que la
Venezuela democrática sufre una dolorosa soledad en el concierto de las
naciones, ustedes nos hacen sentir menos solos y eso es más de lo que creen que
es, porque representa un sentimiento de solidaridad militante, intenso y
verdadero, uno diáfano y amoroso como la sociedad que deseamos llegar a ser más
temprano que tarde.
No comments:
Post a Comment