Tuesday, May 31, 2011

33%

El culto a la personalidad condena toda forma de crítica


Este es el porcentaje de gente que cree en la promesa de construcción de 2 millones de viviendas en 6 años, según Datanálisis, sin importar la lógica matemática o los antecedentes de ineficiencia corrupta que el régimen chavista muestra sin pudor alguno con sus 284.328 “soluciones habitacionales” construidas en 12 años. Período en el que ha administrado una extraordinaria bonanza de los precios del petróleo, con recursos equivalentes a más del monto del primer rescate financiero que se anunció en EEUU con el estallido de la crisis inmobiliaria. Este dato se presenta a la opinión pública como la demostración de que “los venezolanos no son tan ingenuos” como para creer semejante disparate. Pero es que ¿Acaso el 33% de la población les parece poco?

Esta información me recordó los primeros años de gobierno chavista, cuando en otra encuesta el 35% de los consultados respondían afirmativamente a la proposición: “apoyo a Chávez haga lo que haga”, postura que se manifestaba en las movilizaciones de masas del caudillo televisivo con la consigna: “con hambre y desempleo con Chávez me resteo (comprometo)”. Por tanto, la comparación de ambos datos luego de casi una década de diferencia y con toda el agua que ha pasado bajo el puente de la revolución, evidencia que el núcleo duro del chavismo fanático se ha movido muy levemente a la baja, casi dentro de los límites del margen de error de toda encuesta.

No deja de ser sorprendente constatar que existe más de un tercio de la población que es inmune a la realidad, que se acurruca como un caracol en su concha cuando se enfrenta a las penurias del desastre al que ha sido sometida Venezuela en estos años de revolución. Muchos salvan la cuestión culpando sólo a la oposición de la imposibilidad de articular una propuesta atractiva para aglutinar voluntades dispares; otros a las dosis no menores de odio y resentimiento social que desde el poder han sido dirigidas, mediante el populismo más atroz, al sector más dependiente del Estado y vulnerable a sus tácticas de chantaje clientelar. Incluso a hay quienes hacen referencias al influjo mágico de eso que llaman liderazgo carismático.

Sin embargo, las preguntas más inquietantes que se desprenden de este dato son: ¿Cuántos de ese 33% están dispuestos a imponernos su manera de pensar a sangre y fuego? ¿Podemos recuperar la gobernabilidad democrática con un tercio de la población que parece despreciar la tolerancia? ¿De perder las elecciones estarían dispuestos a aceptar un cambio de rumbo? ¿Podrá una mayoría muy justa reconstruir una nación que la otra mitad se encargó de desbaratar? ¿Existe tanta gente partidaria de la dictadura? De las respuestas a estas preguntas está hecho el futuro de Venezuela, para bien y para mal.

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